Para los mayas, la muerte no era la aniquilación total inherente a los seres vivos, sino un cambio de estado, una vivencia distinta a la que transcurre entre el nacimiento y el deceso. La muerte no es más que una forma de vida diferente. "Es así como el dios de la muerte, que por su aspecto es también un muerto, puede, según nos muestran los Códices, tener actividades semejantes a las de los vivos sobre la tierra: tejer, producir fuego, caminar bajo la lluvia, empuñar una lanza o un hacha, fumar, quebrar una planta o una cuerda o vasijas, copular con una mujer", sabemos por el Popol Vuh que los malévolos señores de Xibalba, país de los muertos, también llevaban cierta clase de vida: jugaban a la pelota, se burlaban y hacían daño a los hombres.
Por medio de las exploraciones arqueológicas podremos inferir acerca de las creencias de los antiguos mayas respecto de la muerte y más concretamente de ideas relativas a una vida después de la muerte.
En los entierros encontrados en las zonas arqueológicas se pudo conocer el tipo de ofrendas que se depositaba a cada difunto, de acuerdo con la condición social del muerto. Así la mayoría de las ofrendas que ofrecían al muerto eran vasijas de barro. Según Ruz Lhuillier, estas vasijas generalmente contenían alimentos y bebidas como pudo comprobarse en numerosos casos cuando se hallaron en ellos restos de animales. (Ruz Lhuillier 1968:180)
Otros objetos de las ofrendas tenían un valor mágico que se relacionaba con la vida después de la muerte. Landa menciona que colocaban maíz molido en la boca del muerto y algunas piedras que tenían por moneda necesarias para la futura vida (Landa 1968:63)
La familia del área rural de hoy expresa simbólicamente la cosmovisión que tienen sobre la existencia de una vida después de la muerte, con objetos que depositan en el ataúd del familiar fallecido y con frases en maya que expresan el paso de la vida terrenal al lugar del descanso:
Ts'o'ok u he'elel, ts'o'ok u bin tu kúuchil he'elel
(Ya descansó, ya se fue al lugar del descanso).
El tránsito del alma de un lugar a otro debe acompañarse con algunos objetos personales y ropa nueva con la que visten al difunto y que simbolizan la otra vida:
La limpieza del cuerpo simboliza el cambio de vida; dejar su antigua vida para comenzar una nueva. Para este cambio es necesaria una purificación al agonizante.
En los velorios se acostumbra colocar una caja cerca del féretro para que los asistentes depositen algunas monedas lo que simboliza colaborar para el viaje del alma. También se le ofrecen velas que llevará el difunto para alumbrar su morada, asimismo, algunas personas llevan ramos de flores para encargar al alma, ésta la llevará al alma de otra persona:
kili'ich pixàan kin k'ubéentik tech le nikte' a bis ti' u kili'ich pixàan in wíichan
(Santa alma te encomiendo estas flores para que lleves al alma de mi marido).
Esta expresión da la idea del traslado del alma a un lugar destinado para ellos donde encontrará a sus conocidos y les entregará los regalos que le encomendaron llevar.
Estas son las cosas que actualmente nos llevan a conocer la creencia de los mayas hacia otra vida.
El regreso del alma para visitar a sus familiares
La conmemoración de los fieles difuntos o hanal pixan (comida de ánimas), posee un significado más grande, no consiste sólo en colocar la comida en la mesa, sino que requiere de una preparación de varios días: limpiar la casa, preparar los manteles, recordar los guisos preferidos del alma de quien se espera su visita, lavar toda la ropa sucia para no dejar trabajo a las almas, en fin, se espera la llegada del alma con cariño. Se habla del alma como una persona viva, se recuerda sus consejos, sus enseñanzas, su bondad o su maldad, porque según como vivió en la tierra, así será recordado.
Las familias suelen comentar cómo fueron sus difuntos en vida y no los condenan, al contrario, piden que Dios se compadezca de sus almas y rezan más por ellos. Aunque en vida pudo haber hecho sufrir a los familiares, éstos esperan con cariño la llegada del hanal pixáan para recibir con afecto y generosidad la visita del alma deseando que goce de felicidad. Algunas personas lo expresan en maya diciendo:
In ki'ichkelem yùum sa'as u si'ipil le u kili'ich pixàan in láako' ch'a'a óotsilil ti' Yo'olal u yantal ki'imak óolal ti' yéetel a kili'ichil.
(Dios mío, perdona las faltas del alma de mi santo pariente, para que tenga la alegría de estar contigo).
Las familias preparan su altar por convicción personal, por afecto a alguien que esperan para convivir durante el hanal pixan. El alma regresa a visitar a sus familiares: sería una pena para él llegar al hogar sin ser esperado, encontrar la casa sucia y sin nada de alimento preparado, eso significaría un olvido total de los familiares.
Existían narraciones que se contaban acerca de ese olvido. Por ejemplo, dicen que en un pueblo existía un hombre que no creía en el regreso de las almas y no preparaba nada para ellas. Llegó el día del hanal pixan y no compró ni pan ni chocolate para no convidar a las almas de sus familiares muertos. Pero al amanecer del día 31 de octubre, entre sueños oía murmullos en la cocina, el ruido del batidor y salió para ver quienes conversaban en la cocina, el susto que se llevó fue grande, vio la cocina llena de personas vestidas de blanco desayunando. Entonces comprendió que las almas de sus familiares habían regresado a su hogar, pero nadie los convidó al desayuno, ni fueron esperados por nadie. Ellos solos habían preparado su desayuno para enseñar al familiar vivo que volvieron para convivir con él, aunque éste no se acordó. Según mi abuela, quien nos contaba este cuento. El señor tacaño contó a sus hijos lo que vio y prometió esperar el alma de sus parientes para el hanal pixàan y ser generoso con ellos, pero no pudo cumplir con su promesa porque murió ese mes de noviembre. Como castigo de las almas hacia él, tuvo que cargar las ofrendas y velas que recibieron de regalo las almas durante el hanal pixàan. Se cree que el alma de las personas que mueren durante el mes de noviembre no dejan pronto este mundo, ellas tendrán que cargar las ofrendas que recibieron todo los difuntos durante la conmemoración de los fieles difuntos. En maya les dicen H kúuchkibo'ob, (los que cargan las velas). Por eso, se recomienda esperar con cariño a las almas para convivir con ellos, debe ser un encuentro familiar entre vivos y muertos.
Las ofrendas: expresión simbólica de nuestro afecto hacia las almas
Si ya saben a quienes están esperando para el hanal pixan, es muy fácil depositar en la mesa los manjares que ellos preferían comer en vida.
No consiste sólo en colocar el altar y la comida, sino también recordar a alguien. Si a tu familiar le gustaba el atole nuevo, el tamal, el relleno negro, el chocolate, el pan de elote, los vaporcitos, los dulces, las jícamas y las naranjas dulces, las mandarinas, el xe'ek, etc., ponlo en la mesa.
Todas estas ofrendas son las que se les ofrece a las almas para recibirlas, porque pueden disfrutarlo en familia, permanecen en el hogar, tienen tiempo para acompañar a la familia. En cambio, las ofrendas para la octava se preparan especialmente para que el alma lo lleve a su morada.
Para facilitar su traslado tienen que ser alimentos sin caldo, por eso se deposita en la mesa suficiente píibil kàax, el píibil xpelon para que el alma tenga para un año.
Si el 31 de octubre o el 1º de noviembre se colocan pibes en el altar, estamos expresando simbólicamente a las almas que ya es hora de partir. Cada ofrenda simboliza nuestro amor, cariño y afecto hacia el alma que nos visita, si no hay eso, aunque las mesas estén llenas de flores, velas, incienso y todo lo que puedan comprar para depositar en ella, resulta ser una simple representación. Esta última sólo se hace para obtener un premio o para ser observado por los turistas, aunque se hinquen a rezar cuando se acercan los jurados, es sólo representación, no expresa el verdadero sentido del hanal pixan.
Así pues, el hanal pixan no es una simple conmemoración folklórica, sino un espacio en nuestro ciclo anual que nos permite asimilar y reproducir nuestra cosmovisión y nuestro amor hacia los seres queridos que han fallecido, de igual manera sabemos que ellos nos ayudan desde el más allá.
Todos los que recuerdan con amor las almas de los difuntos en esta tierra, recibirán protección de ellos en este mundo.
La creencia de una vida después de la muerte permite que exista una mutua comunión entre vivos y muertos.
Fuente: http://www.mayas.uady.mx/articulos/pixan2.html