Ahora bien, en un escrito que una alumna de Formación en Mindfulness de Rosario me envió, puede verse con precisión cómo una actividad que produce temor, ansiedad y quizás rechazo inicialmente, puede ser “transitada” con una mente plenamente atenta (mindful). Me refiero al buceo en aguas profundas.
Por lo tanto, sumergirse en aguas profundas implica sumergirse en las aguas de nuestro “mar emocional”. La lic. Emilia Ibáñez lo describe bellamente a continuación.
Bucear es como meditar
"Las primeras veces que nos disponemos a meditar la mente suele estar demasiado inquieta, invadiéndonos pensamientos teñidos de juicios tales como: qué incómoda estoy en esta posición, me pica el brazo, tengo ganas de toser, etc.", comienza.
Y continúa: “en general el primer contacto con el buceo se parece mucho a este proceso de conexión con uno mismo que se da en Mindfulness. El equipo de buceo que nos permite poder estar muchos metros de profundidad es un tanto incómodo, tiene muchos elementos nuevos: la sensación de ingravidez, un nuevo medio donde moverse logrando la flotabilidad neutra, una comunicación no verbal a través de gestos y señas, los propios límites mentales y emocionales.
"Los movimientos bajo el Mar son suaves y muy conscientes, el Océano tiene su propio ritmo, la interacción con el agua es diferente que con el aire, todo un aprendizaje donde hay que dejarse llevar por una nueva densidad.
"Pero cuando a través de la práctica y la disciplina se logra trascender toda esta incomodidad, es cuando la 'incomodidad se vuelve comodidad'. La sensación de ser parte del Azul y no un mero espectador externo. Lo mismo que ocurre cuando se entra en estado de Meditación.Eres Unidad, mente y cuerpo en equilibrio.
Para aprender a bucear es necesario poner en práctica las actitudes básicas de la práctica meditativa, como a continuación Emilia relata:
- Observación sin juzgar
Existe una cuestión fundamental para todo buceador: "cuanto mejor optimices el aire de tu botella, más tiempo de inmersión tendrás". El deseo es pasar más tiempo en una inmersión.
Pero también hay otra cuestión más sutil y fundamental. Bucear está ligado a la conexión con la respiración; los estados emocionales y mentales afectan al ritmo y profundidad de la respiración. Es decir que bucear en ese “estado meditativo” conectando con el estado de observador y con desidentificación, no sólo hará más eficiente la inmersión sino que se puede disfrutar de una experiencia mucho más profunda y enriquecedora.
Hay que tratar de mantener una actitud neutral, de “no juzgar”, de no calificar con connotación positiva o negativa cada pensamiento o sensación. Por ejemplo: “esto es un aburrimiento”, “esto no funciona”, “esto no me va a salir”, “no voy a poder”.
Fuente: Clarín
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