martes, 22 de abril de 2014

Las momias más antiguas del mundo

En el chileno valle de Camarones, situado en el desierto más seco del planeta, las momias salen de las laderas como si estuvieran ya hartas de permanecer ocultas. En esta población del extremo norte de Chile ya nadie se extraña cuando alguien encuentra algún resto asomando sobre la superficie o cuando afloran bajo las excavadoras de una nueva construcción.
Cabeza de momia que muestra una máscara de manganeso.
«En Arica aparecieron a apenas 10 centímetros de la superficie 86 momias de una tacada en lo que iban a ser los cimientos de un hotel», dice Félix Olivares, investigador del Laboratorio de Bioarqueología del Instituto de Alta Investigación de la Universidad de Tarapacá (Chile). «Y algo parecido sucedió en el terreno que hoy ocupa el Museo Colón 10. Durante la construcción de una vivienda aparecieron varios cuerpos momificados que resultaron imposibles de extraer, así que se decidió comprar el terreno y hacer un museo que sirviese al mismo tiempo para preservar las momias y para difundir la cultura chinchorro», asegura Olivares durante una reciente visita a España.
A pesar de los esfuerzos de difusión que han realizado en los últimos años los investigadores que estudian esta cultura, el nombre de las poblaciones chinchorro no ha trascendido tanto como otras culturas. Sin embargo, las momias que afloran del suelo por todas partes en este enclave arqueológico como pocos en el mundo no son un patrimonio antropológico y cultural más. Son las momias más antiguas del mundo. «La tradición de la momificación en la cultura chinchorro data de hace 7.000 años, casi 3.000 años antes que las momias egipcias», aclara Olivares.
Poblaciones de cazadores y pescadores
Su descubrimiento no es reciente. Hace casi un siglo desde que el arqueólogo alemán Max Uhle -el padre de la arqueología científica en buena parte de Sudamérica- describió por primera vez las momias chinchorro en su libro Los aborígenes de Arica (1917).
Las poblaciones chinchorro eran grupos de cazadores, pescadores y recolectores que habitaron el borde costero del extremo occidental del continente Sudamericano entre los años 7.000 y 1.500 antes de Cristo. «Ocuparon desde Hilo, Perú, hasta el sur de la ciudad de Iquique», cuenta Olivares. «Eran sobre todo pescadores, de hecho desarrollaron una patología en el oído llamada osteoma del conducto producto de la gran profundidad a la que se sumergían». Según las investigaciones conducidas desde la Universidad de Tarapacá gracias al estudio de las especies encontradas junto a los restos de los chinchorro, podían bucear hasta profundidades de varias decenas de metros.
Buceaban varias decenas de metros de profundidad para buscar comida
Las condiciones atmosféricas de este rincón del inclemente desierto de Atacama ya son de por sí capaces de favorecer la momificación natural. Pero la cultura chinchorro ya en su periodo arcaico -antes de adoptar la agricultura- desarrolló complejos ritos funerarios que no existían en ningún otro lugar del mundo en aquella época.
A partir de las investigaciones lideradas por Bernardo Arriaza, jefe del laboratorio de Bioarqueología y director del Instituto de Alta Investigación, y por Vivien Standen, investigadora de la Universidad de Tarapacá, se ha podido ahondar en los procesos antropológicos y culturales que llevaron a esta cultura por la senda de la momificación.
«La tecnología de los objetos materiales que estas poblaciones manufacturaban no era tan compleja como la egipcia. Por lo que el rito mortuorio de estas momias pone el énfasis no en los objetos, sino en el cuerpo», explica Olivares. Por ese motivo los chinchorro fueron variando sus técnicas funerarias, lo que dio lugar a tres tipos de momias: las negras, las rojas y las momias vendadas, que son una variación de las rojas, según los investigadores.
Conocimientos de anatomía
«La momificación implica procesos culturales profundos. Implica conocimientos de anatomía. En las momias negras mutilaban completamente los cuerpos, sacaban los órganos, extraían los huesos y luego los volvían a poner en su sitio. Sabían cómo iba articulado el fémur con la tibia, cuál es la epífisis distal y cuál la proximal», dice Olivares.
Son momias de preparación complicada. En las momias negras, los Chinchorro abrían los cuerpos y los cráneos y desarmaban los cuerpos con puntas líticas. Pero ese patrimonio está amenazado. Como escribió Arriaza en National Geographic ya en el año 1995, «muchas momias se han deteriorado más en la última década que en los 5.000 años anteriores».
Máscaras que muestran expresión
Sólo la mención de la palabra momia evoca irremediablemente a la cultura del antiguo Egipto. Pero resulta llamativo pensar que en el año 1.500 antes de Cristo, cuando las poblaciones chinchorro abandonaron sus ritos funerarios de manipulación de cadáveres, el faraón Tutankamón no había ni siquiera nacido. La datación con radiocarbono más antigua que se ha obtenido en una momia de la cultura chinchorro es un niño encontrado en el Valle de Camarones -situado a casi 100 kilómetros de Arica- que data del año 5050 a. C., según las investigaciones del doctor Bernardo Arriaza. Durante los 3.500 años posteriores, la momificación en estas poblaciones evolucionó y dio lugar a tres estilos diferentes: las momias negras, las rojas y las vendadas. Sin embargo, al contrario que en la cultura egipcia, estos ritos no estaban restringidos a los reyes o las clases más altas. En el norte de Chile, muchas de las momias encontradas corresponden a niños, e incluso a fetos. Después de los complicados procesos de vaciado y fijación de huesos, construían máscaras con expresión, quizá para dar a las momias aspecto de estar vivas.
Fuente: www.elmundo.es/

No hay comentarios:

Publicar un comentario